Uróboros

Emilio Guerra-Estévez
3 min readJul 27, 2020
La reproduction inderdite, René Magritte. Museum van Beuningen (1937)

Mis comentarios -de propiedad pública- no son escondite de mi repulsión a regímenes que se construyen sobre pilares de necedad, ignorancia, y cerrazón. Es claro que durante un período razonable de tiempo han salido reflexiones de mi boca que no admiran el trabajo del gobierno mexicano -y los que se le parecen- pues la paupérrima ejecución del poder público me parece condenable, a la par de la tiranía de Tarquino.

Digo esto, pues, hemos enfrentado -desde hace varios meses consecutivos- tropiezos, pifias, trastabillas, y berrinches en la esfera de la vida pública: azotones en los recintos más importantes, procesos técnicos que entintan y partidizan nombramientos, puestas en escena desmoronadas por un telón pesado, y un sinfín de chismes de pasillo que desnudan la incapacidad del comité que nos gobierna. Sí. Pero, no sólo eso es lo que me parece que hay que discutir en este contexto de pleamar y de complicaciones en la navegación del bajel. Hay que hablar -también- de los críticos.

La crítica al gobierno -para ser sólida- debe ser certera. La precisión es un elemento crucial en el combate discursivo y gramático de la política. Veo la plétora de comentarios en vídeos de YouTube, posts en Facebook, tuits, editoriales y hasta en la conversación más elemental, una necedad que parece un espejo. Algunos conforman la crítica necia ante la necedad. La soberbia frente a la soberbia. La ignorancia frente a la ignorancia.

Independientemente de la institucionalización de la crítica: la oposición, quiero centrar esta reflexión en el disgusto doméstico de usted. Me gustaría intentar levantar el criterio de su capacidad de señalar la molestia frente a su gobernación, pues créame que estoy en el mismo lado del pasillo, sin embargo; la máquina de fango de Eco, crea sólo eso. Fango. No me parece que la justa crítica tenga que elaborar síntesis complejas, sólo precisas.

La misma naturaleza del chiquillo voceador que exclama “¡Extra! ¡Extra!” en las orillas del zócalo, debe estar en el golpe opositor del privado. Certeza, emoción, volumen, verdad. Así tiene que ser la crítica: certera, emocionante, resonante, y verdadera. No superficial, resbalosa, fácil, y disparatada; pues sino terminará convirtiéndose en lodo. Así como los posicionamientos del que critica. Acuérdese de lo que busca desacreditar y con pericia analícelo bien, no vaya a ser que termine desacreditándose usted.

Me parece que la opinión y el libre discurso siempre alimentan los estómagos democráticos. La posibilidad de tener un marco abierto a configurar cualquier enunciado y distribuirlo en su red de contactos, estableciendo su sentido de razón frente a algún suceso, es uno de los mejores signos en la vida de lo público. No tener la necesidad de encapsular su mente en un molde específico para sobrevivir es magnífico: utilice esa libertad con altura y responsabilidad, porque de no ser así, está desperdiciando el civismo que le fue otorgado -quizá de forma azarosa-. Es tan vil como vulgar que la atrofiada urbanidad causada por la crítica pobre, permita comernos la cola. Acechándonos con perversión, así como acecha quien usted quiere criticar.

Mirarse al espejo es un ejercicio por demás sencillo. Basta tener un sentido de la vista activo, y gozar del maravilloso reflejo que regala tal objeto. Esa práctica es similar al poderoso placer que causa abrir la boca. Si habla, analice si no está hablándose a usted.

La intención de este mensaje es una precaución, y una súplica a que eleve su crítica. Porque efectivamente el gobierno malhecho requiere de crítica, pero no de fango, no de escopetazo al aire; sí de acero, y tiro de precisión.

En estos tiempos de vaivenes, y de lejanía al pairo: el timonel se atonta más si no le hablan con certeza.

Afine su crítica. Que se necesita.

Mírese al espejo.

Emilio Guerra-Estévez

@emilioguerraes en tuiter

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