Deus ex machina

Emilio Guerra-Estévez
3 min readJul 20, 2020
Mapamundi, Martin Waldseemüller. The Library of Congress, Washington, D.C. (1507)

Rossi Braidotti lleva años hablando sobre una realidad posantropocéntrica que no tiene mucho que ver con el innuendo del renacimiento -que terminó por abrir la mente hacia la realidad que vivimos hoy- sino más bien una era de convivencia con la tecnología como un elemento biopolítico: la desaparición de la raza humana como la absoluta especie que conviva en nuestro planeta. Una Tierra compartida con prótesis robóticas y cyborgs, y la tecnología como una herramienta de resolución de conflictos, y que prevenga la debacle que nos hemos previsto y hemos pateado durante décadas.

La biogenética, la neurociencia, y la inteligencia artificial como nuevas plataformas del poshumanismo. La filosofía vista -ya no solamente- desde la construcción axiológica de la moral, la historia, y las ciencias sociales. Las tradicionales «Humanidades» evolucionarían hacia desprender el elogio de vernos como el centro del universo; la invasión alienígena no sería previsiblemente de las afueras del Pale Blue Dot de Sagan, sino inicialmente de la creación de seres cuya génesis es aquí mismo. Nos acompañaremos de nuestras bestias, como el Dr. Víctor Frankenstein.

Y, hoy veo una idea de fayuca de los estrategas políticos de menor calidad moral, los que -con suerte, indudablemente-, encontraron el mismo razonamiento de Braidotti y lo convirtieron en la enfermedad más mutante de la política democrática: poblar la conversación de respuestas escondidas en teclados disfrazados de humanos, y gestionados con comandos de robot.

Una penosa reacción de una dirigente del partido del régimen en México, autosaboteó su respaldo ficticio: una respuesta homónima que debió haber salido desde una cuenta de tuiter cuyo origen pertenece al de la especie robotrónica en la conversación cibernética. “#NoEstásSola” se leyó fugazmente, y le seguía “Tienes nuestro apoyo, nuestra solidaridad y nuestra confianza. La razón triunfará”.

¿De quién?¿Del padrón de seguidores anónimos programados por algoritmos? ¿De la militancia que no tiene cara, ni brazos, ni conciencia? El respaldo de su espejo convertido en habitante del país que no existe, y que intentan clonar con cuentas enmascaradas en nombres que no tienen dueño. El apoyo de una legión de fantasmas con dirección IP, y avatar. La confianza y solidaridad de una arroba que no tiene dedos, y tuitea desde la virtualidad de un país que es artificial.

El presagio del posHumanismo es una visión que trae consigo una percepción de entendernos como creadores. Creadores de un progreso que abone a la sanidad, a la esperanza de vida, al servicio, y también a la evolución de la ontología. Braidotti mira hacia un futuro de ciencia, y quiere eliminar la ficción de ese binomio. Y yo coincido con ella, aunque nos etiqueten de locos irracionales, sin embargo; precisamente es la razón, la misma de da Vinci y el hombre de Vitruvio, y la misma de Galileo, y Copérnico, que asiste que el progreso es de la evolución posantropocéntrica. Por el bien de la poshumanidad.

A pesar de la visión miope, o quizá ciega, de la comandancia del ejército de bots en las redes sociales, y su secuestro del futuro; la batalla de la evolución de la política de carne y hueso no será a su manera. La manía zopenca de sembrar granjas -como dicen ellos- en la fertilidad de la conciencia política plural, brutal, real, y belicosa, es en realidad un espejismo que pretenden desarrollar para su propia vanidad. Los soldados falsos que se equipan de una arroba, una biografía, y un dispositivo para tuitear en el nombre de la ignorancia de su comando, son en realidad la ansiedad de responder ante los excesos tecnológicos de un progreso que les cuesta trabajo admitir que no es de ellos.

Así: la desesperación retrógrada por combatir con tecnología viene de la rabia de no pertenecer al progreso que la trajo.

Pero, lector, no se preocupe, que el futuro de Braidotti más que ser un deseo; es un aviso del progreso.

Se quedarán atrás. Con sus palos y piedras en intentos de futuro.

Al bot, déjenlo perderse entre su anonimidad, y la correa que los ata.

Emilio Guerra-Estévez
@emilioguerraes en tuiter.

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