De The Politician

Emilio Guerra-Estévez
3 min readJun 22, 2020
John Fitzgerald Kennedy, Aaron Shikler. The White House (1970)

Cada quien habla de las cosas de su tiempo. Algunos con una visión del futuro, y con apetito de adelantarse. Esta cuartillita intenta ver entre el prisma la obra de Murphy, Falchuk, y Brennan, con su enunciado para mañana.

Terminé de ver la segunda temporada de The Politician. Una serie que dramatiza desde lo ontológico de la política, hasta construirle una estética rejuvenecida. Con colores, y una mística progresista que se antoja todos los días más. Y justo de eso quiero que se lea aquí.

Payton Hobart es más que un personaje, o una narrativa; Hobart es la pretensión de una generación que le quedó lejos la política. Lo entendimos como un club de trajes grises, guangos y holgados; con corbatas y zapatos boleados. Lo entendimos como un concurso de oratoria con voces que pelean por tener un mejor ritmo, pero con palabras cada vez menos reales. Lo entendimos como una trayectoria de los de allá, porque solitos se fueron para allá.

The Politician busca hacer para acá la perspectiva de «la política» con un contexto que está lleno de incentivos para nuestra generación: un diálogo lleno de palabras que significan modernidad, y internet slang, una intervención de reflexiones que tenemos todos los días a los que nos toca el relevo, la batalla versus la salud mental y emocional, un dar por sentado como parte de la realidad a la comunidad LGBT y las minorías, una estética que refiere al aspiracionismo de Gucci, Kate Spade, y Acne Studios, y -sobre todo- una discusión de la problemática ambiental que sí es nuestra prioridad como generación.

La intención ansiosa de The Politician -además de contar una historia que puede amarse u odiarse- es reordenar la política y entregárnosla a nosotros. Con las cosas que nos toca vivir. Luchando en contra de la polvosa percepción que hay sobre la vida pública, y sin dejar de referir a los cimientos y contrafuertes que sostienen la política como práctica y como forma de ver el mundo.

Con la manía de desvestir y entrever el vacío que hay dentro de «the politicians» y encontrar muñecos de madera, con cajoncitos llenos de clichés y de temores, la constitución de Hobart y su staff va mucho más allá de una personificación de la malvada genética del pragmatismo; es darnos cuenta que la política también le toca a quien le gusta instagram y tuiter. A quien le gusta tocar el piano y emborracharse, al blogger y a sus seguidores. La política ya no es del traje gris, y el ridículo pin en la solapa; la política hoy es de mezclilla y stan smiths.

El llamado es a no dejarlo ahí. Organízate.

Post data: El primer rally de Donald Trump postCOVID prometía un estadio lleno en Tulsa, Oklahoma; la -según- generación de cristal se organizó en TikTok y truncó el éxito del presidente, registrándose y dejando sin pase de entrada miles de lugares, para así dejar vacía la arena. La política hoy es esa. La de mi generación y TikTok.

https://www.nytimes.com/2020/06/21/style/tiktok-trump-rally-tulsa.html

Emilio Guerra-Estévez
@emilioguerraes en tuiter.

--

--