De la polis

Emilio Guerra-Estévez
3 min readJun 8, 2020
New York City I, Piet Mondrian. (1942) Centre Pompidou

En estos días he tenido azar del bueno combinado con la coyuntura hechizante de conversar hasta el tedio sobre el futuro de la humanidad como una especie que naturalmente construye organizaciones administrativas, políticas, y sociales para su protección, y -según yo, intento de- preservación.

En un panel que sostuve con colegas del Politécnico Nacional hace unos días, aquí en México, me puse a reflexionar con ellos sobre el modelo democrático occidental, y caí en cuenta que, después de evitar la afirmación durante un tiempo, el modelo entendido como «república» bosquejada por los federalistas, la democracia de Tocqueville, y -un poquito- la actitud elegíaca de Rousseau, está desvaneciéndose entre una crisis que más que ser institucional, es ontológica.

Los individuos democráticos occidentales estamos bastante confundidos. Cuestionamos el alma de nuestra organización política poniendo en jaque a sus instituciones más esenciales. Y esto tiene que ver con el desgaste mental que nos ha heredado un sistema burocrático que además de ser brutalmente abusivo, y corrupto, es absolutamente insípido y aburrido. La fastidiosa administración de la república es ajena a la realidad dinámica y veloz de la gente que la habita, y esto ocasionó la insurgencia de los torpes, truncos y divertidísimos liderazgos populistas que hoy gobiernan el mundo. En un mundo envuelto en escándalos, pareció buena idea poner a los escandalosos en las oficinas centrales de las naciones, porque los anteriores eran muy aburridos.

En esta realidad que abruma, además de encerrarnos a la fuerza por supervivencia, hemos estado encerrados por voluntad desde hace años frente a lo público, y no nos culpo. La discusión de la política siempre ha querido ser exclusiva. Es celosa y se disfraza de orgullosa, cuando la realidad es que debemos de encararla y ponerle mezclilla. Trasladarla a las preferencias que tenemos desde la privacía, discutir sin temor y sin argumentos apachurrados por más lejanos a la realidad que parezcan.

Me parece que en estos tiempos de una crisis cuya fragancia es venenosa, lo más adecuado es dejar de tener miedo de entender la política desde una perspectiva que no necesariamente implique anarquía o represión. No me parece históricamente justo que después de evidenciar las brutales actuaciones de violencia en Norteamérica y México, no estemos iniciando una discusión seria sobre lo público. Seguir callados implica perpetuar la barbarie, y seguir perpetuando la barbarie implica paradojizar las causas. Conversión en lo que se busca destrucción y; destrucción en lo que se pretende conversión.

Uno de los liberales (una palabra mal añejada, por cierto) que a mi gusto es de los más influyentes en nuestra época, puso en mi cabeza cuando lo leí la primera vez, un concepto que creo que vale la pena masticar hoy, la libertad de opinión frente a las decisiones públicas. Stuart Mill invitó a ser una sociedad madura gracias a la conversación, de lo contrario el capricho de la insensatez causa el innecesario despotismo de los Akbars o Carlomagnos.

Para encontrarle respuestas al futuro de la ciudad, lo más adecuado es vencer la apatía que causa inmadurez, y empezar a discutir de la cosa pública con conciencia de las deficiencias que tiene nuestro absurdo sistema administrativo y político.

Todo lo demás me parece precario. Por más necesario que sea.

Emilio Guerra-Estévez
@emilioguerraes en tuiter.

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