De frentes y espejismos

Emilio Guerra-Estévez
3 min readJun 15, 2020
Del porfirismo a la Revolución, David Alfaro Siqueiros. Castillo de Chapultepec (1957–1966)

Una de las palabras que leerá con mayor frecuencia en estos días en las editoriales de opinión será «claxon» y también sabrá por qué. Hay una intención clara de apropiarse del espacio público con una suerte tibia de desobediencia civil. De protesta encerrada. Y en lugar de consignas, altavoces, y pancartas; hay parabrisas pintados con rotuladores rosa fosforescente, cláxones encimándose entre ellos, y conversaciones dentro del coche.

La síntesis de la consigna debería ir más allá del ruidero, y aunque me parece fantástico el ejercicio de la colectividad para fortalecer una causa, creo que hay muchas limitaciones en ese movimiento. No creo que la causa gratuita implique algún impacto en la realidad política, más allá de la conversación. Me parece que esta organización tiene que replantear su metodología y su ruta de acción: exigir la renuncia del presidente a través de presionar multitudinariamente la bocina de un coche es inútil. La propuesta debe ir en un sentido mucho más cívico. Conduzcan a las oficinas distritales de sus diputados federales, o a la sede del partido de quien lo represente en la cámara baja, y ahí sí exijan puntualmente que se vote con responsabilidad frente a las alucinaciones setenteras de país que el presidente envía para su aprobación al congreso.

Lleven al siguiente nivel su conversación opositora, lo necesitamos. No creo que sea suficiente que la discusión que resiste al poder se termine en una manifestación desde un automóvil. Involúcrese de lleno en la conversación de lo político hoy que la república lo urge, y eso implica un trabajo de intervención en la agenda. Convirtámonos en un grupo multitudinario de presión versus las arbitrariedades de un régimen inconsciente. Sigue siendo muy cómodo protestar desde una cámara con aire acondicionado, y su selección musical de preferencia.

La oposición es una necesidad en un régimen democrático. Es deseable que tengamos fracciones plurales que representen una fuerza que luche en contra de las decisiones del régimen que ostenta el poder. La oposición como vector contrario que pueda neutralizar la potencia del gobierno, con la intención de evitar abusos de poder. También como alternativa a la selección de opciones en el mercado de lo político: así como usted escoge un yoghurt en el supermercado, y elige entre 3 marcas, y si no le gusta una, tiene la absoluta libertad de dejar de comprarla y reemplazarla por otra. Eso debe de ser un ejercicio análogo en la política, que sólo se permite si hay las condiciones suficientes para poder llegar al estante.

Con esta realidad de la configuración opositora, me parece que tanto el frente -cuyo acrónimo es espantoso-, el mexicolibrismo, y la rancidez de los partidos actuales, no hay fuerza suficiente para golpear con la potencia necesaria al régimen. Veo un conservadurismo excluyente y flojo -empezando por el presidente-, y una miopía de lo público. Entre todos.

Lo que urge es una progresía que se debe organizar.

Lo que hoy debemos ver como promesa refrescante, y revitalizante para construir una oposición, no puede convertirse en una ilusión tumbada por la torpeza y pereza. Debemos de aplaudirles que salieron, pero ya afuera hagamos las cosas bien.

Bienvenidos a lo público, no nada más es salir; es quedarse.

Bájense del coche.

Emilio Guerra-Estévez
@emilioguerraes en tuiter.

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